Roberto “Bobe” Cazenave

Roberto Cazenave, un histórico de los Pumas: aquellos botines nuevos y lo que significó ser parte del equipo del 65

Por Jorge Búsico para La Nación

Faltaba un día para el debut en la legendaria gira por Sudáfrica en 1965, la que significó el bautismo de los Pumas. Los jugadores del seleccionado argentino se aprestaban a entrenarse en el Police Grounds de Salisbury, escenario del partido ante Rodesia. Roberto Cazenave, fullback y pateador del equipo, ingresó en el campo de juego calzando unos flamantes botines Sacachispas. Al verlo, uno de los entrenadores, Ángel “Papuchi” Guastella, perdió por unos instantes su don de la serenidad: “¡¿No trajiste otros botines?!”, lo retó. Cazenave fue sincero: “No tenía un mango y antes de viajar compré los más baratos que había”. Sin perder un minuto, Guastella lo llevó a recorrer la ciudad en busca de botines: compraron unos Adidas, que en la Argentina eran un lujo. Aquí, en esa época, se usaban los Fulvence o los Conti, que se fabricaban en Rosario.

El día del test, Bobe Cazenave no podía ni pisar con esos botines que le apretaban los pies por todos lados. No se quejó, pero falló casi todos sus envíos a los palos, muchos de ellos factibles. Aunque anotaron cuatro tries contra uno de su rival, los argentinos perdieron ese encuentro del debut 17-12. “Con haber metido un penal de tantos que tuve y todas las conversiones, hubiésemos ganado. Al otro día todos los diarios decían que los argentinos habían perdido por culpa del pateador”, se sonreía Cazenave cuando recordaba aquel episodio.

La formación de Los Pumas del equipo de 1965 que triunfó en Sudáfrica.
La formación de Los Pumas del equipo de 1965 que triunfó en Sudáfrica.

Al final de la gira, con sus botines Adidas sudafricanos ya acomodados, el fullback fue, después de Eduardo Poggi, el goleador del equipo (43 tantos) y el único que completó los cuatro casilleros del score: 2 tries, 4 penales, 11 conversiones y un drop. Jugó 11 de los 16 partidos y fue el 15 del encuentro que marcó a fuego la historia del rugby argentino: el del 19 de junio de 1965, cuando los Pumas originales vencieron a los Junior Springboks por 11-6, en el viejo Ellis Park de Johannesburgo.

Roberto Eduardo Cazenave partió el domingo. Había nacido el 8 de mayo de 1941. Fue un dúctil y elegante back, con buenas destrezas, seguro en las pelotas a cargar y con un kick largo y preciso. Sus dotes como jugador lo llevaron a ocupar tres puestos distintos en su paso por el seleccionado argentino: fue fullback, apertura y wing. Jugó seis partidos internacionales para los Pumas, el último en el segundo de la serie con Gazelles, en GEBA, en 1966. En 1970 salió campeón con su club, el SIC, en el que también fue, de algún modo, uno de los originales, porque participó del grupo que le abrió las puertas como entrenador-formador a Francisco “Catamarca” Ocampo, iniciando así una era dorada en el SIC. A la vuelta de la gira de 1965 con el seleccionado se recibió de ingeniero. En 1962 fue invitado por el CASI para formar parte del plantel que realizó la primera gira por Europa. Allí forjó una amistad que siguió en el seleccionado y luego en el tiempo con Manolo Beccar Varela. Siempre llegaban juntos al almuerzo que todos los años celebran los integrantes de ese equipo.

Una reunión de los históricos. Arriba, de izquierda a derecha: Jorge Dartiguelongue, Roberto Cazenave, Agustín Silveyra, Enrico Neri, Eduardo España, Manuel Beccar Varela, Ricardo Handley, Héctor Méndez, Carlos Contepomi. Abajo: Nicanor González del Solar, Adolfo Etchegaray, Juan Benzi, Guillermo Illia, Luis Gradín
Una reunión de los históricos. Arriba, de izquierda a derecha: Jorge Dartiguelongue, Roberto Cazenave, Agustín Silveyra, Enrico Neri, Eduardo España, Manuel Beccar Varela, Ricardo Handley, Héctor Méndez, Carlos Contepomi. Abajo: Nicanor González del Solar, Adolfo Etchegaray, Juan Benzi, Guillermo Illia, Luis GradínGentileza

Si Guastella perdió aquella vez por un instante su don de la serenidad, Bobe (un apodo con el que le inmortalizaron sus hermanos cuando en un papel firmó “Boberto”) nunca perdió el suyo de la amabilidad. Siempre sonriente, de buen humor, afable, conversador y con un buen trato con cualquiera como si lo conociera desde toda la vida. Como señaló uno de sus compañeros de los Pumas del 65, jamás se lo escuchó hablar mal de alguien. Cuando lo entrevisté en uno de los salones del SIC para un libro (“El Rugido”) que intentó retratar aquella gira fundacional, en un momento contó su molestia porque al volver de Sudáfrica sintió que aquel equipo era menospreciado y hasta criticado por una parte del rugby doméstico. Pero cuando esa molestia notó que iba en aumento, rápidamente cambió el eje y dejó en claro lo agradecido que estaba por haber sido parte de esa epopeya.

Cazenave y Guilermo Illia, otro de los Pumas del 65, habían nacido el mismo día. Se decían “mellizos”. Illia, “El líder”, partió el 20 de enero, 33 días antes que su “mellizo”, amigo y compañero de los Pumas originales.


Gira de la Cuarta división del SIC, invitados por San Juan. Bobe segundo arriba a la izquierda. Sentado con la pelota entre sus manos su hermano Cau.

Sus amigos y compañeros:

Un amigo transparente

Me piden si puedo escribir algo con relación a Bobe de quien fui amigo desde chico. Me resulta fácil hacerlo, no por mi calidad literaria, sino por la calidad de la persona que él fue.

Por una cuestión generacional fui amigo primero de su hermano Cau. Pero fue a partir de la invitación de Florencio Varela, como entrenador del CASI, a la gira a las Islas Britanicas que terminé de conocerlo. Jugar bien al rugby es algo que no tiene mayor merito; depende de muchos factores. Pero ser buena persona -como en el caso de Bobe- se construye con gestos y actitudes que él tenía de sobra. Creo no equivocarme si dijo que todos en mayor o menor medida escondemos algo de nuestra personalidad por la razón que fuere. Bobe en cambio era como se veía: transparente. Era por eso un tipo querible. Hoy triste despido a un gran trescuarto, pero mucho mas importante que eso, despido a un tipo “ENTERO”.-

Manolo Beccar Varela


Querido Bobe, ¡siempre te recordaremos!

Para mí es muy difícil recordar mi relación con Bobe en pocas pablaras. Era una persona muy especial. Siempre con buena onda pero firme en sus posiciones positivas de la vida.

Ambos nacimos en 1941, nos conocimos en el SIC  en la quinta división que entrenaba “Milanesa Chiappe”. Allí se consolidó nuestra amistad junto a un extraordinario grupo que se mantuvo durante toda la vida.

Cuando Bobe fue invitado por los amigos del CASI a jugar en Europa hicimos una “vaca” para juntar un poco de dinero para ayudarlo a subsistir en la gira ya que eran épocas de vacas flacas.

Registro del crédito que sus amigos y socios del SIC le entregaron para cubrir parte de la Gira a Europa invitado por el CASI

Se destacó como jugador además de persona, integró los Pumas de 1965 gracias a los cuales el Rugby argentino pasó a militar las grandes ligas internacionales. Jugó incasablemente para nuestro SIC muchos años más dejando un ejemplo de calidad como jugador y caballero del deporte.

Supo lograr un número incalculable de amigos de distintas partes por lo que será siempre recordado como ¡UN GRANDE!

Horacio de Martini


BOBEY CASA DE GALILEA


Allá por los años 2005/2009, buscábamos con Paula Hualde, como integrantes de la Comisión Directiva del San Isidro Club, acercarnos a alguna institución de nuestra zona que estuviese dedicada a paliar los graves problemas de nuestros vecinos más necesitados.
A decir verdad, pasamos un largo tiempo a la búsqueda de ella, cuando de repente, un día cualquiera, Bobe golpeó la puerta de acceso al Salón 14 de Julio, sitio en el que todos los jueves se llevan a cabo las reuniones de nuestro órgano directivo.
Quería entrar, y por supuesto lo hizo, para contarnos que él se encontraba muy vinculado a Casa de Galilea (ubicada en la zona de La Cava), nuestros prójimos más necesitados y más próximos, la que era presidida por Alejo Fernández Mouján.
Rápidamente organizamos una reunión en los días siguientes la que tuvo lugar en un clima de franca y recíproca aceptación. Alejo, según nos contaba Bobe, tenía la sensación de que había llegado al lugar debido para establecer y desarrollar lazos amistosos y duraderos para beneficio de los integrantes de Galilea y del SIC. Nosotros, a su vez, desde el primer momento, nos sentimos muy considerados y listos para comenzar diversas acciones que ayudasen a la vida de la gente de La Cava.
A poco andar, Alejo -gran persona- murió y fue entonces
que Bobe se hizo cargo de la institución.
Del lado del SIC, todos los presidentes que se sucedieron continuaron la relación con Casa de Galilea, incluso uno, César Silveyra, hizo un convenio escrito de colaboración entre ambas entidades.
Todos, naturalmente, con Bobe como parte ineludible de los múltiples y diversos encuentros que se iban llevando a cabo, participando con suma sencillez hasta de sus mínimos requerimientos.
Nunca se hizo notar, nunca tuvo voz de mando -aunque mandaba a su manera-, nunca tuvo un gesto desacomodado o una cara áspera.
Tres cosas no le faltaron en nuestra relación con Casa de Galilea: su constante presencia, su compromiso y su eterna sonrisa.
Esa que hizo que lo quisieran adonde fuese.
Él es uno de los grandes responsables de que se haya instalado y mantenido nuestra estrecha relación actual con esa Casa.

Eduardo Oderigo

Esta entrada fue publicada el El SIC. Agregá a favoritos el enlace permalink.